martes, 17 de agosto de 2010

                          Alma Máter

  A Julián, no lo bailábamos: Nos parábamos a escucharlo.
Los mozos dejaban de servir las mesas, los niños paraban de jugar, y si por extrañas maniobras del día, uno andaba extraviado, las mujeres y los hombres de todas las edades recuperaban, de repente, la identidad. Y las calles, los ministerios, los pesados papeles de los juzgados, el mismísimo Río de la Plata, toda la ciudad parecía detenerse ante la arrolladora pasión de Julián: La Poesía.
  Cuando él levantaba en un puño a La Palabra, se agigantaban los nombres propios y estallaban los escondrijos del verso; la avenida Záens (que anda por Pompeya) se estiraba hasta el centro pa’ escucharlo; y la Triunvirato (¡Bien de Urquiza!) demolía los paredones de la estación Lacroze, descarrilaba a los trenes que llegaban de Campo de Mayo, para sumarse a Corrientes; y de ahí, rajar para La Boca.
  Amleto Enrique Vergiati, fue para nosotros, nuestra Alma Máter; fue, para decirlo bien dicho: Julián Centeya, señores.


  Todo podía faltarnos: La soda para el vino, el queso para las pastas, los centavos para el café, una mujer que nos quisiera…Pero si nos faltaba Julián, no éramos nada.
  De tanto en tanto; como el cura reza su rosario, como los parroquianos van a la peluquería, o las empleadas domésticas limpian el bronce de las puertas; así volvíamos a Julián. Ya sea, pasándonos sus pocos libros editados, escuchándolo en un disco, o viéndolo recitar en persona en el Almacén de Serventi, Julián nos daba una violenta sensación de pertenencia, un “Nosotros” tan unánime, que ni la muerte podía pararnos.
  Por eso nunca entendimos por que le llamaban El hombre gris de Buenos Aires, si para nosotros era toda luz; luz de lluvia, pero luz al fin; luz, para nuestra ruda sombra de pelear el lunes, la yerba y el azúcar, y el pan del mediodía.



  Escribió y chamuyó pa’ todos: Para los laburantes y para los pungas; para su Boedo dilecto y pa’l Café Domínguez; para su viejo y para las putas; para nuestro Gordo Troilo y para ese Negro universal de la trompeta, llamado Louis…



  Sin la voz de Julián, no éramos nada.
¡Como nada soy ahora, tan lejos…! En esta cama extranjera, con vista al techo; redimido a besos y domingos, por esta muchacha gringa que duerme de costado, rozándome el recuerdo y la rodilla.



                                                             Camino Surel

martes, 10 de agosto de 2010

                   El "Polo"

  Una cocina, un perro sin dueño, una calle maleva, el filo de un verso...
  Para mostrar la realidad, él, sólo le abría la puerta...
  Eso (nada más y nada menos) fue su misterio....
  Buenos Aires, sabe de su silencio.
 

  Nuestro homenaje, desde el CSDDA, a Fabián Polosecki.
  En este caso, especialmente para nuestro ambiente tanguero,el reportaje a un ex "dandi" (según Polo), o ex "canfinflero" “anarquista” y luego ”comunista” (¿¡?) (según se autodefine el personaje en cuestión).
  Entonces..., decíamos, nuestro recuerdo de "Polo".