viernes, 18 de diciembre de 2009



 Pincharratas

   Quien escribe estas líneas - Nicolino Maturana, para servirles - hace varios años, cambió el fútbol por el tarot marsellés. Quiero decir, que ya no me emocionan las gestas atléticas tanto como los arcanos universales del saber humano.
   Altamente desilusionado por mis sospechas sobre la Industria del Deporte, y la entrada como presidente triunfal, de un representante de los gobiernos de facto y la oligarquía criolla, al otrora club de mis amores, Boca Juniors; decidí, entonces, retirarme resignadamente, de las huestes competitivas. Con aquella mezcla grotesca y absurda de pizza y champán que nos regaló la historia de Latinoamérica en la década del ’90, no tuve que hacer mucho esfuerzo por alejarme de los torneos de primera división, ambiente en el que tantos nos criamos, enfervorizados por la luz dominguera de una pelota número cinco.
   Pero toda esta pirotecnia advenediza y vergonzosa, nunca podrán quitarme del costado más rugiente de mi corazón, la maravillosa lista de sucesos compartidos alrededor de una “grande de mozzarella” en Banchero; o alargando un café en La Giralda de la Avenida Corrientes; o disparándome en un grito de gol, una tarde en La Bombonera.
   Entre estos episodios de estadios, discusiones y amigos, no me cuesta para nada, recordar a ciertos camaradas platenses con los que solíamos visitarnos al ritmo universitario de los años `70; cuando el tango era cosa de viejos, el tarot una superstición desvencijada y el club Estudiantes De La Plata una congregación cálida, que frotaba sus botines negros con pomada “Cobra”.
   En ese costado incólume que ya les dije, están los nombres de Roberto Arrieta, que entres sus libros de medicina guardaba una “estampita” de Aguirre Suárez; aún la recuerdo…



                                                          
   También evoco a aquella morocha encaradora llamada Margarita Rodríguez, que con esa luminosidad adolescente y revolucionaria con la que paseaba, nadie hubiese pensado que las tinieblas de la historia argentina se la tragarían aquel julio de 1976, después que se la llevaran subida en un “Falcon” verde; el “Toto” López, la lloraría para siempre buscándola de hospital en hospital, de comisaría en comisaría, antes de fugarse a Suecia como refugiado político.


   La Ciudad de las Diagonales, era un hervidero tumultuoso de estudiantes, música, ideas, y amores contestatarios. Una república de árboles carnosos, alentando el futuro de los nuevos tiempos.
Así la recuerdo, así la recordaré: Tragando saliva y mordiendo el aliento.


   Ahora que Estudiantes de La Plata se enfrentará para el Mundial de Clubes con cierta tribu ibérica, los “Talancas” (que fanfarronean con que son más republicanos que nosotros, para que se calienten los actuales Borbones); ahora, digo, yo los recuerdo. Sin saber un pito de los vericuetos del fútbol actual, con soledad europea, los felicito en silencio. Por culpa de aquellos amigos platenses, me siento a escribir en esta tarde escandinava de dos mil nueve.


   Hace frío en Estocolmo; quizás llueva. Lo sé, por la ventana que da a la calle. Antes de que anochezca totalmente, tengo que salir a comprar un poco de pan y un tarro de tomates. El “Toto” López no vive más por acá, según me contaron unos exiliados chilenos ¡Y yo que viajé para rastrearlo...! Parece que anda cantando con su guitarra en el metro de Madrid; lo vieron con el pelo largo y completamente blanco. Quién sabe si se acordará del “Negro” Maturana. Y yo que le traía algunas cosas…Este poema de Humberto Constantini, por ejemplo; y que ya no me cabe en la maleta, por culpa de tanto aeropuerto.
   Si no se ofenden, si no les resulta molesto…Mejor se los dejo ustedes. Aunque no sean Pincharratas, mejor se los dejo…

Porteño y de Estudiantes
   Humberto Constantini, 1968

Uno vivió humillado y ofendido,
se sintió negro, paria, risible minoría,
adventista, croata, o bicho raro.


Uno aguantó silencios,
miradas bocayunior, sonrisas riverplei
y condolencias.


Uno sufrió, mintió, dijo no es nada,
congeló el amor en un descenso,
honestamente quiso sacudir su carga.


Uno debió explicar con voz de tío
que había una vez un Lauri,
y había un Guaita, y había una delantera,
y había un sueño dragón y una princesa
y había un rey Estudiantes de La Plata.


Uno dejó colgada
durante veinte años la foto de Zozaya,
porque sí, porque bueno, por costumbre,
porque le daba no sé qué sacarla.


Y un día la sacó como se sacan los relojes viejos,
el diploma de sexto o las nostalgias
(estaba desteñida y amarilla, y en la pared
quedó como una marca o un fantasma)


Uno se fue, se rechifló del fútbol,
por despecho se volvió criticón y sociológico;
se dedicó al latín, al mus, a la política,
al ajedrez, al sánscrito, a la siesta,
a la literatura, a beethoven,
o simplemente a nada.


Y se indignó y habló del opio de los pueblos
y la revolución que se vacía en el vicio de las canchas.
Y aguantó como un hombre,
y vio a su hijo colgar la foto de Rattín
(justo en aquella marca)
y lo vio bostezar
de tanto cuento viejo y tanto Lauri,
tanta caperucita y príncipe encantado
y tanto rey Estudiantes de La Plata.


Uno vivió humillado y ofendido,
se sintió negro, paria, risible minoría,
adventista o croata.


Entonces,
¿se dan cuenta por qué ando así,
bastante bien últimamente,
con sonrisa de obispo
y con dos alas?


                             



Camino Surel

Viernes 18 de diciembre de 2009.-
En el Día Internacional de Las Migraciones 

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